Cuando cambias la evaluación, lo cambias todo

Cuando cambias la evaluación, lo cambias todo

Nuestro sistema educativo, como el de los países de nuestro entorno, está transformándose hacia un enfoque competencial con el fin de que el alumnado no solo adquiera conocimientos, sino que también aprenda a saber hacer, a saber aprender y, en fin, a saber ser. El trabajo en equipos cooperativos, el desarrollo de tareas complejas por fases o la creación colectiva de artefactos físicos, performativos o digitales son algunas de las cosas que empiezan a pasar en las clases una vez que entran en el juego las metodologías activas. Y una primera consecuencia es que los instrumentos de evaluación concebidos para procesos centrados en la transmisión de contenidos, como el examen escrito, no son ideales para este enfoque. La LOMLOE insiste, para las diferentes etapas, en que se evaluarán «las competencias adquiridas por el alumnado» y en que esta evaluación será «continua, formativa e integradora», así como que «se promoverá el uso generalizado de instrumentos de evaluación variados, diversos, accesibles y adaptados a las distintas situaciones de aprendizaje.» Pero, ¿cómo se traduce esto en la práctica del aula? En este artículo trataremos de pincelar algunas claves y dar a conocer diversos recursos que nos ayudarán a transformar los procesos de evaluación, un paso fundamental en el camino hacia el aprendizaje competencial.

La evaluación formativa implica que los instrumentos de evaluación han de servir para que el alumnado sea consciente de sus posibilidades de mejora y reoriente su práctica; es decir, no son un elemento certificador final, sino que forman parte integral del desarrollo de las secuencias didácticas o situaciones de aprendizaje y, por lo tanto, los utilizaremos tanto al principio, como durante y al final del proceso, en lo que será realmente una evaluación continua. Además, han de ser compartidos con el alumnado y comprendidos por este, pues le dan información precisa sobre qué se espera conseguir en una actividad, tarea o proyecto y cómo alcanzarlo. Así, estos instrumentos tienen una doble función, pues en sí mismos forman a la par que evalúan. El banco de rúbricas del CEDEC es un completo repositorio para acercarse a los distintos tipos de rúbrica y otros instrumentos de evaluación, pues agrupa los documentos de este tipo propuestos en las diferentes situaciones de aprendizaje del Proyecto EDIA, todos ellos descargables y modificables al gusto de cada docente.

Según la etapa y el tipo de actividad, nos irán mejor unos instrumentos que otros: tanto las listas de control como las escalas de valoración, por ejemplo, son ideales para tareas de complejidad baja o media con criterios muy específicos y no requieren un alto grado de comprensión lectora. Serán especialmente útiles para autoevaluar si una tarea cumple todos los requisitos antes de entregarla, así como para iniciarse en la evaluación entre iguales. Las dianas de aprendizaje, también sencillas y fáciles de comprender, son un instrumento de autoevaluación que ayudará al alumnado a saber en qué punto de su aprendizaje está y cuáles son sus necesidades.

Las rúbricas analíticas merecen atención aparte. Mucho más detalladas, despliegan diferentes grados de adquisición de competencias para los distintos criterios de evaluación de una misma actividad o tarea. Son muy adecuadas para evaluar la elaboración de productos de cierta complejidad, como un relato literario, un mural digital, un videoblog o incluso un trabajo de investigación. Constituyen una completa guía de trabajo a la hora de abordar el proceso y durante su desarrollo, así como una guía de comprobación antes de darlo por finalizado. Su complejidad es mayor que la de otros instrumentos, con lo que conviene trabajarlas con el alumnado y asegurarse de que se comprenden bien y se integran como parte del aprendizaje. Por su parte, las rúbricas de un solo punto, como esta perteneciente a un Itinerario didáctico del INTEF, facilitan la comprensión y favorecen la inclusión de observaciones y comentarios, aunque son menos exhaustivas que las analíticas.

Aunque conozcamos diversos instrumentos, es necesario saber también cómo y cuándo usarlos. Entre las situaciones de aprendizaje recogidas en el Proyecto EDIA, podemos encontrar magníficos ejemplos de secuencias complejas donde están integrados los distintos documentos de apoyo al aprendizaje e instrumentos de evaluación, como esta propuesta de Bloggeando para Lengua y Literatura de 4.º ESO, esta de Berta Martínez, Susana López y Begoña Marqués para el tercer ciclo de Educación Primaria o esta de M.ª Dolores Alberdi e Itziar López para el Ámbito Sociolingüístico de 1.º PMAR. Las tres incluyen, además, la elaboración de un cuaderno de bitácora o diario de aprendizaje, otro instrumento de evaluación muy valioso para que el alumnado sea consciente de su propio proceso y pueda mejorar según avanza, pues sirve para reflexionar sobre qué y cómo se ha aprendido, con lo que contribuye, como el resto de instrumentos presentados, a adquirir la competencia de aprender a aprender.

Además de estos instrumentos de evaluación formales, también podemos contar en nuestras propuestas didácticas con otros recursos más lúdicos que nos serán muy útiles para una evaluación informal, ya sea de manera previa para la detección de necesidades, durante el proceso para saber cuál es el punto en el que se encuentra el aprendizaje, o bien al final como foto fija de qué se ha aprendido. Van sobre todo orientados a la evaluación de saberes y contenidos, y podemos encontrar algunos ejemplos en el Observatorio de Tecnología Educativa del INTEF, donde docentes que han utilizado diferentes herramientas nos glosan sus ventajas didácticas. Plickers, Quizizz o Quizlet son algunas de las aplicaciones digitales que, a través de juegos, flashcards o cuestionarios, nos ayudan a evaluar de una manera distendida al alumnado e ir un poco más allá del ya clásico Kahoot.

Por otro lado, un manejo adecuado de las plataformas educativas insertas en Moodle nos permitirá integrar la evaluación mediante rúbricas en nuestras aulas virtuales, y Corubrics nos servirá para la creación de estos recursos y su utilización en clase.

Una vez que comenzamos a utilizar esta diversidad de instrumentos de evaluación, el concepto del proceso de enseñanza aprendizaje se transforma, pues el foco se desplaza desde un examen final entendido como certificador hacia la evaluación como herramienta de mejora, lo que modifica la cultura de aula; como en un círculo, esta práctica nos lleva hacia un enfoque competencial, que, a su vez, nos impulsa a usar instrumentos variados de manera continua, formativa e integrada. No podemos dejar de reseñar que, para el alumnado, este cambio en la evaluación supone una relación distinta con su propio desempeño, más individualizada, significativa y que rebaja de forma sustancial el nivel de ansiedad ante la calificación, lo cual favorece una buena predisposición afectiva hacia el aprendizaje. Si no has empezado, anímate, da un paso, prueba.

 

Artículo elaborado por Eugenia Monroy García para INTEF.