Mi nombre es Almudena Sanz Navarro y actualmente trabajo en el CEIP Maestro Carmelo Ripoll de Ontinyent, Valencia. Entre el 23 de marzo y el 5 de abril de 2025, tuve la oportunidad de realizar una estancia profesional en Oslo, Noruega, concretamente en Alléen Barnehage, una escuela infantil cuya filosofía educativa gira en torno a la diversidad cultural y lingüística como motor de aprendizaje y enriquecimiento.
Durante mi estancia, pude conocer de cerca el funcionamiento de los Barnehager, centros de educación infantil dirigidos a niños de 1 a 5 años. En Alléen Barnehage, los niños estaban distribuidos en cuatro grupos por edades, desde bebés de apenas 11 meses hasta niños de cinco años, sumando en total unos 70 alumnos. Lo que más me llamó la atención fue la importante presencia del idioma español en el centro, ya que una parte considerable del personal era hispanohablante, lo que facilitaba la integración de niños y familias con ese idioma como lengua materna.
Todos los Barnehager, sean públicos o privados, siguen las directrices del Marco Curricular para Barnehager (Rammeplan for barnehagen), centrando su propuesta pedagógica en el desarrollo emocional, físico y social, más que en contenidos académicos. A diferencia de lo que ocurre en muchos centros españoles, en Noruega el aprendizaje se daba sobre todo a través del juego, la autonomía, el contacto con la naturaleza y la experiencia directa. En este sentido, el juego simbólico tenía un papel protagonista, permitiendo a los niños explorar el mundo que les rodea desde su propia comprensión.
Una de las características que más me impactó fue la importancia que se le da al entorno natural. A pesar del clima, las salidas al exterior formaban parte del día a día en Alléen Barnehage. Los niños y las niñas salían cada día equipados adecuadamente para la lluvia, la nieve o el frío, salvo en casos de condiciones extremas. Participé en salidas al bosque, visitas a museos y excursiones a parques, experiencias que no solo acercaban a los niños a la naturaleza, sino que además les ayudaban a adquirir habilidades cotidianas que les serán útiles durante toda su vida.
Alléen Barnehage está situada en una zona muy bien comunicada de Oslo, lo cual facilita tanto el acceso a la ciudad como a entornos naturales. A lo largo de mi estancia, tuve la ocasión de compartir actividades con los diferentes grupos de edad, lo cual fue muy enriquecedor. Pese a la barrera del idioma, ya que la educación allí era principalmente en noruego, pude participar activamente en muchas dinámicas y propuestas y, gracias a la presencia del español como referencia secundaria, incluso conté cuentos en mi lengua materna, algo que los niños acogieron con especial cariño.
En cuanto a las instalaciones, aunque el centro no era especialmente grande, contaba con todos los recursos necesarios. Los espacios, tanto interiores como exteriores, estaban pensados para favorecer el movimiento, la exploración y el juego. El patio, amplio y natural, era un entorno educativo en sí mismo, donde los adultos no eran meros observadores, sino que participaban activamente en las actividades con los niños, acompañándolos y jugando con ellos.
El personal del centro se dividía entre educadores titulados (barnehagelærer), que ejercen como líderes pedagógicos (equivalente a “tutores” en España), y asistentes pedagógicos, que no tienen formación universitaria obligatoria pero colaboraban estrechamente con los líderes pedagógicos y con los niños y las niñas. Además, en ocasiones participaban estudiantes de idioma noruego en prácticas o personal de apoyo. Esta estructura permitía una atención muy personalizada, reforzada por ratios que, en comparación con España, eran mucho más reducidas: un adulto por cada 3-6 niños, dependiendo de la edad. En el grupo de 1 a 2 años, por ejemplo, había un adulto cada tres o cuatro niños, lo cual contrastaba con las ratios en nuestro país, donde una sola tutora y una educadora pueden tener a su cargo hasta 18 alumnos en las aulas de 2 años de la Comunidad Valenciana.
El horario del centro permitía una amplia flexibilidad. Abrían desde las 7:00h hasta las 17:00h horas, lo que facilitaba la conciliación laboral y familiar. Las actividades dirigidas empezaban a partir de las 9:30h aproximadamente, y antes de esa hora los niños iban llegando de manera escalonada. A lo largo del día, se intercalaban momentos de juego libre, propuestas planificadas y tiempos al aire libre, así como momentos de comer juntos, creando una jornada equilibrada y respetuosa con los ritmos individuales.
Durante mi estancia, observé cómo el equipo docente organizaba su labor a partir de reuniones semanales, en las que compartían observaciones y diseñaban actividades según los intereses del grupo. Esta planificación era flexible y se adaptaba a lo que ocurría en el día a día, lo cual permitía un acompañamiento real y respetuoso.
Uno de los aspectos que más me cautivó fue la manera en que se resolvían los conflictos. Los adultos actuaban como guías, interviniendo desde el respeto y la observación atenta, pero sin imponer soluciones. Se fomentaba así el desarrollo de la empatía, la escucha activa y la capacidad de negociación desde edades muy tempranas, en un entorno seguro y colaborativo. No quiero decir que en España no se haga de ese modo, pero la actitud de los niños y las niñas noruegos era totalmente distinta, sin que se observaran faltas de respeto ni una voz más alta que otra.
Además, la implicación de las familias en el Barnehage era notable y fundamental. Existía una comunicación diaria fluida entre profesionales y familias, tanto en las entradas como en las salidas, que se reforzaba con entrevistas individuales y reuniones periódicas. Esta colaboración permitía adaptar la atención educativa a las necesidades específicas de cada niño y niña y favorecía la relación entre el entorno escolar y el familiar. Para facilitar la comunicación, el centro utilizaba también herramientas digitales, como una aplicación móvil que informaba sobre aspectos cotidianos como el sueño, la alimentación o la participación en actividades. Sin embargo, el uso de las TIC se limitaba a la documentación y gestión interna; no se utilizaba con los niños salvo en ocasiones muy puntuales.
El impacto de esta experiencia ha sido muy significativo. Aunque no concretamos ningún proyecto concreto de colaboración entre Alléen Barnehage y mi centro de origen, sí que fue una posibilidad que ambas partes comentamos en diversas ocasiones, por lo que es una opción muy probable en un futuro. Mientras tanto, estoy compartiendo mi experiencia con mis compañeros docentes y tengo prevista una presentación para el claustro. Además, tengo en proyecto una intervención en las jornadas pedagógicas que se celebran anualmente en mi localidad. Este tipo de experiencias no solo enriquecen a nivel profesional, sino que también ofrecen nuevas perspectivas sobre nuestra práctica docente.
Comparando ambos sistemas educativos, el de Noruega y el de España, he podido observar que en Noruega, la educación infantil no se centra en contenidos académicos, sino en el desarrollo integral del niño, lo cual contrasta con la tendencia en España a introducir la lectoescritura desde edades tempranas. Esta diferencia plantea interrogantes sobre cómo encontrar un equilibrio entre lo emocional y lo académico, especialmente cuando los niños deben enfrentarse a la transición hacia la educación primaria.
Por otro lado, en Noruega existen centros públicos y privados, pero la gestión de todos ellos es municipal. Sin embargo, en España la gestión educativa varía según la comunidad autónoma, y existen centros públicos, privados y concertados. En cuanto a los horarios, los centros noruegos tienen jornadas más amplias y menos vacaciones, lo que responde a la necesidad de conciliación. Por otro lado, en España el horario escolar suele ser más intensivo y las vacaciones están distribuidas a lo largo del año.
Otro aspecto destacable es la financiación. En Noruega, el coste del Barnehage es proporcional a la renta familiar, pero suele ser un precio muy similar entre centros públicos y privados. En cambio, en España la educación infantil de 3 a 6 años es gratuita en centros públicos, pero el tramo de 0 a 3 años puede tener un coste, dependiendo del tipo de centro y de las ayudas disponibles.
Recomiendo firmemente a otros docentes que se animen a solicitar este tipo de estancias. En mi caso, poder vivir esta experiencia me ha permitido observar otras formas de entender la infancia, cuestionar mis propias prácticas, y sobre todo, abrir mi mirada a nuevas metodologías y formas de acompañar a los niños y niñas. Tener una actitud abierta, flexible y con iniciativa es clave tanto para aprovechar la estancia como para adaptarse al nuevo entorno.
Por último, me gustaría agradecer la oportunidad que nos brinda el Ministerio de Educación a todos los docentes con la convocatoria de estas estancias, lo que nos impulsa a formarnos y conocer otras realidades educativas que permiten acceder a nuevas metodologías y crear sinergias con otros centros escolares. También quiero dar las gracias a todos los profesionales en Alléen Barnehage por la acogida que tuvieron conmigo, y en especial a la directora del centro escolar, por su dedicación y saber hacer.
Ha sido una experiencia enriquecedora tanto a nivel personal como profesional. Me he sentido muy a gusto, acogida por un entorno educativo abierto, colaborativo e inspirador, que me ha permitido conocer y aprender de una forma de trabajar realmente respetuosa con la infancia donde el juego es el eje central de aprendizaje y donde se promueve una educación integral basada en la escucha, la observación atenta y el acompañamiento del adulto.
Esta oportunidad me ha permitido reflexionar sobre mi práctica docente, observar y aprender nuevas metodologías y ampliar mi perspectiva respecto a la educación. Tras casi dos semanas allí me traigo aprendizajes valiosos que sin duda enriquecerán mi labor en el aula y me ayudan a seguir forjando mi trayectoria como docente.