Mi nombre es Moisés Velasco Zapata, imparto clase de filosofía en un Instituto de la ciudad de Cádiz, el IES Drago, y esta es la tercera estancia profesional que hago en Francia. En esta ocasión, el centro en el que cursé la solicitud de invitación para realizar mi estancia fue el College et Lycée Emile Zola de Rennes, centro con el que mantenemos desde hace ya algunos cursos académicos un programa de intercambio lingüístico con alumnado de Bachibac. El profesor que hizo las veces de anfitrión durante mi estancia fue Arnaud Guillaux, un excelente profesor de filosofía. Además de seguir sus clases en Terminale, asistí a otras muchas de otros profesores de Filosofía, Literatura francesa y Geografía e Historia.
Mi entrada abordará cinco aspectos que me han parecido relevantes: el inesperado rol de las nuevas tecnologías en el aula, la especificidad en la organización de las sesiones de evaluación, las ventajas del uso del programa pronote en las sesiones de evaluación, las particularidades del modelo francés de formación del profesorado y el interés de adoptar un modelo de autoformación en centros fundado en la observación entre pares.
El inesperado rol de las nuevas tecnologías en el aula. He asistido a clases magníficas, en ninguna de ellas se utilizó internet, ni se proyectó nada; las nuevas tecnologías estaban a mano, pero nadie se sirvió de ellas. Se usó la pizarra, el diálogo, la lectura de textos impresos, cada uno el suyo. La sorpresa no vino de la aplicación informática, sino del buen hacer del profesor. Por lo que he visto en mi estancia en Rennes, y por lo que en su día vi en mis estancias anteriores, no parece que se usen mucho las nuevas tecnologías en las aulas francesas; mi impresión es que se emplean bastante menos que en las españolas. Pero la clase no se resiente: la habilidad y el saber del docente supera con creces las posibilidades que ofrece cualquier nueva tecnología. Se insiste mucho en capacitar digitalmente al profesorado; pero dar una buena clase, lo he verificado repetidamente a lo largo de mi estancia, no lo requiere. Siento decir que en las clases que resultaron más aburridas o menos brillantes se emplearon sistemáticamente tecnologías digitales. No es esto una diatriba contra las nuevas tecnologías, pero sí un argumento fáctico contra su glorificación.
La especificidad en la organización de las sesiones de evaluación. En esta ocasión volví a asistir a un Conseil de Classe. Lo que llama la atención en esas sesiones de evaluación francesas es que durante toda la sesión, además del tutor, los profesores del equipo educativo y un miembro del equipo directivo, están presentes los representantes del alumnado y de las familias. Naturalmente, nos sorprende. Y como suele ocurrir, a la sorpresa acompaña el rechazo. Pero es cuestión de hacerse a la idea, de experimentar repetidamente la novedad: y la verdad es que esta vez, reflexionando al salir de la sesión, terminé por pensar que se trata de una buena práctica que habría que imitar. En lugar del misterio, transparencia; autocontrol en la palabra en lugar de locuacidad descontrolada. Obligada mesura; quizás, mejor comprensión mutua.
Las ventajas del uso del programa Pronote en las sesiones de evaluación. En las sesiones de evaluación, para analizar la marcha académica de cada estudiante, se proyectan las fichas individuales que genera el programa informático Pronote. La información que proporciona es muy detallada y está visualmente bien organizada. Todos los miembros del Conseil de Classe pueden identificar de manera intuitiva, rápida, las faltas de asistencia, los retrasos, las calificaciones en cada una de las materias, y aún más: la desviación de cada nota particular en relación a la media de la clase y del curso. Evidentemente, contar con esta información proyectada favorece el análisis fundado en datos, la transparencia, y la explicación en función del contexto.
Las particularidades del modelo francés de formación del profesorado. Coincidí con la responsable de la formación del profesorado de la Academia de Rennes. Es preciso añadir, este es justamente el interés, que era la responsable de la formación de los profesores de filosofía. Esto sí que es tomarse en serio la disciplina: un responsable de formación específico para la materia. Cuando aprobé la oposición, hace ahora veinticinco años, pensaba que los programas de formación a los que tendría acceso a lo largo de mi carrera profesional estarían vinculados con la materia que imparto; pero no fue el caso, el enfoque en España es otro, más generalista, pareciera que diseñado para evitar cualquier dimensión disciplinar. De ahí la agradable sorpresa.
El interés de adoptar un modelo de autoformación en centros fundado en la observación entre pares. La observación de otros profesores es una experiencia formativa verdaderamente enriquecedora, sobre todo si se tiene la suerte de observar a profesores que imparten tu misma materia. Uno observa al otro, pero no deja de pensarse a sí mismo; y lo que descubre, en ese misterioso desplazamiento al otro lado, es que es peor profesor de lo que creía ser, y sobre todo, que sabe mucho menos de lo que podría saber. Por eso pasar horas en las clase de otro es tan importante: y es que tras el mal trago, ya de vuelta, aparece un sereno esfuerzo por hacer las cosas un poco mejor dedicando más tiempo al estudio. Claro que para descubrir todo esto no es necesario ir demasiado lejos; se puede hacer muy bien en el centro en el que uno da sus clases. Así que intentaré organizar en mi centro un sistema de autoformación basado en la observación entre pares; qué bueno sería que esta práctica se convirtiera en moneda común en nuestros centros.